EL ESPÍRITU PARÁCLITO
Creemos en un solo Dios que es amor (IJn 4,8) Y por esta única
motivación Dios quiso auto revelarse a sí mismo de tres modos distintos, aunque
pudo Dios revelarse de 10 o de 100 modos, Él es libre de hacerlo, pero solo
quiso hacerlo de tres modos y este modo de actuar decimos que en Dios hay tres Divinas
Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y cada una de ellas posee la esencia
divina que es numéricamente la misma.
Concilio IV de Letrán 1215 bajo el pontificado de Inocencio
III (1198-1216). Afirma que: "Firmemente creemos y simplemente confesamos,
que uno solo es el verdadero Dios, eterno, inmenso e inconmutable, incomprensible,
omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas
ciertamente, pero una sola esencia, sustancia o naturaleza absolutamente
simple. El Padre no viene de nadie, el Hijo del Padre solo, y el Espíritu Santo
a la vez de uno y de otro, sin comienzo, siempre y sin fin." (Dz.428).
El dogma trinitario es declarado por este concilio, pero el
Concilio de Florencia presentó un compendio de ésta doctrina que puede
considerarse como la meta final de la evolución del dogma trinitario. Concilio
de Florencia 1438-1445. En el Pontificado de Eugenio IV (1431-1447): "Por
razón de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo;
el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo
está todo en el Padre, todo en el Hijo. Ninguno precede a otro en eternidad, o
le excede en grandeza, o le sobrepuja en potestad..." (Dz. 704).
Sagradas Escrituras: En el Antiguo Testamento es velada la
alusión al misterio Trinitario (Gen. 1, 26). Dios dice "Hagamos al hombre
a imagen y semejanza nuestra…"Con quien habla? Sin duda que con el Hijo,
luego en (Gen 1,2) Dice “el espíritu de Dios revoloteaba sobre la faz
de la tierra” De modo que ya tenemos en mismo inicio de la creación el misterio
trinitario.
Nuevo Testamento:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del
Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el Hijo engendrado será santo,
será llamado Hijo de Dios." (Lc. 1,35). Cuando Jesús se bautizaba “Vio al
Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre el Hijo, mientras una voz
del cielo decía: Tu ere mi hijo amado, yo te he engendrado hoy." (Lc
3,22). Más tarde en la parte final, antes de su aserción Jesús reafirma el
misterio Trinitario cuando dice a sus apóstoles: "Id, pues, enseñad a
todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo." (Mt. 28, 19).
Luego San pablo y los apóstoles harán y cumplirán estrictamente
este mandato; así en simples saludos el Apostal de los gentiles dice: la gracia
de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo
este con todos Uds. (II Cor. 13,14).
La relación del Espíritu con Cristo, María y la Iglesia
vertebra —podríamos decir—, la visión pneumatológica del magisterio. Estas tres
perspectivas son inseparables en la doctrina y mutuamente se complementan. Y es
que estas tres realidades, cada una a su modo, constituyen la máxima donación
de
Dios a los hombres —la donación a Cristo, la donación a
Santa María, la donación a la humanidad—, donación realizada en y a través del
Espíritu.
Donación del Padre en el Espíritu a la Virgen María: El ángel
Gabriel afirma de parte de Dios a la virgen María: “El Espíritu Santo descenderá
sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño
santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios” (Lc. 1,35).
Donación del Padre y re afirmación en el Espíritu por su
Hijo: Mientras Jesús se bautizaba en el jordán se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre el Hijo en forma de paloma y una voz del cielo decía: “Tu
eres mi hijo amado, yo te he dado la vida hoy” (Lc.3,22). Luego Dice Jesús a
sus apóstoles: Vayan y hagan que todos los pueblos seas mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28,19-20).
Donación del Padre y
el Hijo por el espíritu santo a los bautizados: San Pablo predica: “Cristo nos
salvó por medio del Bautismo que significa que hemos nacido de nuevo, y por medio
del Espíritu Santo que nos ha dado nueva vida. Por medio de nuestro Salvador
Jesucristo, Dios Padre nos ha dado el Espíritu Santo en abundancia» (Tit. 3,
5-6). Por tanto no puede haber fracción en la Iglesia a la que pertenecemos por
el bautismo ya que: “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como Dios les
ha llamado a una sola esperanza. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef. 4, 4-6). Esta Iglesia terrenal se
encamina a la Iglesia celestial, así Jesús nos prometió: Me voy pero volveré,
cuando les prepare un sitio en la casa de mi Padre, volveré y les llevare
conmigo para que donde estoy yo estén también Uds. (Jn 14,1-3) En esta “Casa
celestial nada con manchas entrará sino los que lograron escribir su nombre en
el libro de la vida del cordero”. (Ap 21,27)
Finalmente Dijo Jesús: “En adelante el Espíritu paráclito,
El Interprete que mi padre les enviara en mi nombre le enseñara, les recordará
todo lo que le he dicho y así les guiara a la verdad plena”. (Jn 14,26) Aún tengo que decirles muchas cosas, pero por ahora les es
mucho, más tarde el espíritu de la verdad les llevara a la verdad plena (Jn 16,12).
Y cuando en Pentecostés la iglesia recibió los dones del espíritu Santo toma la
posta de la iglesia con la asistencia del espíritu santo que es el Magisterio
toma para cumplir con la misión encomendada de guiar a la Iglesia. San Pablo exhorta a ello y
dice: “Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en la
caridad de Cristo Jesús. Conserva el buen depósito de La fe mediante el
Espíritu Santo que habita en nosotros” (IITm. 1,13-14).
"El depósito sagrado" (1 Tm 6,20; 2 Tm 1,12-14) de
la fe (depositum fidei), contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada
Escritura fue confiado por los apóstoles al conjunto de la Iglesia. "Fiel
a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre
en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y la oración, y así
se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar,
practicar y profesar la fe recibida" (DV 10).
El Magisterio de la Iglesia cumple con lo establecido: “Sépanlo
bien: ninguna profecía de la Sagrada Escritura puede ser interpretarse por cuenta propia; porque
ninguna profecía ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el
Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (IIPe. 1,20-21). "El oficio
de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido
encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en
nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el
sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
"El Magisterio no está por encima de la palabra de
Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por
mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente,
lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la
fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV
10). Los fieles, recordando la palabra
de Cristo a sus Apóstoles: "El que a Uds. escucha a mí me escucha"
(Lc 10,16; LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus
pastores les dan de diferentes formas.
Los dogmas de la fe: El Magisterio de la Iglesia ejerce
plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir,
cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión
irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando
propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo
necesario. Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los
dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen
seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y
nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (Jn
8,31-32).
90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden
ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (Cc.
Vaticano I: DS 3016; LG 25). "Existe un orden o jerarquía de las verdades
de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de
la fe cristiana" (UR 11).
El sentido sobrenatural de la fe: Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la
transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo
que los instruye (cf. 1 Jn 2,20.27) y los conduce a la verdad completa (cf. Jn
16,13). "La totalidad de los fieles ... no puede equivocarse
en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando ´desde los obispos hasta el
último de los laicos cristianos´ muestran estar totalmente de acuerdo en
cuestiones de fe y de moral" (LG 12). "El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este
sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del
magisterio...se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de
una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día
más plenamente en la vida" (LG 12).
El crecimiento en la inteligencia de la fe:Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la
inteligencia tanto de las realidades como de las palabras del depósito de la fe
puede crecer en la vida de la Iglesia:
– "Cuando los fieles las contemplan y estudian
repasándolas en su corazón" (DV 8); es en particular la investigación
teológica quien debe " profundizar en el conocimiento de la verdad revelada"
(GS 62,7; cfr. 44,2; DV 23; 24; UR 4).
– Cuando los fieles "comprenden internamente los
misterios que viven" (DV 8); "Divina eloquia cum legente
crescunt" (S.Gregorio Magno, Homilía sobre Ez 1,7,8: PL 76, 843 D).
– "Cuando las proclaman los obispos, sucesores de los
apóstoles en el carisma de la verdad" (DV 8).
"La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la
Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que
ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y
bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación
de las almas" (DV 10,3).