miércoles, 15 de mayo de 2013

El ESPÍRITU SANTO Y EL MAGISTERIO




EL ESPÍRITU PARÁCLITO

Creemos en un solo Dios que es amor (IJn 4,8) Y por esta única motivación Dios quiso auto revelarse a sí mismo de tres modos distintos, aunque pudo Dios revelarse de 10 o de 100 modos, Él es libre de hacerlo, pero solo quiso hacerlo de tres modos y este modo de actuar decimos que en Dios hay tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y cada una de ellas posee la esencia divina que es numéricamente la misma.

Concilio IV de Letrán 1215 bajo el pontificado de Inocencio III (1198-1216). Afirma que: "Firmemente creemos y simplemente confesamos, que uno solo es el verdadero Dios, eterno, inmenso e inconmutable, incomprensible, omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas ciertamente, pero una sola esencia, sustancia o naturaleza absolutamente simple. El Padre no viene de nadie, el Hijo del Padre solo, y el Espíritu Santo a la vez de uno y de otro, sin comienzo, siempre y sin fin." (Dz.428).

El dogma trinitario es declarado por este concilio, pero el Concilio de Florencia presentó un compendio de ésta doctrina que puede considerarse como la meta final de la evolución del dogma trinitario. Concilio de Florencia 1438-1445. En el Pontificado de Eugenio IV (1431-1447): "Por razón de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo. Ninguno precede a otro en eternidad, o le excede en grandeza, o le sobrepuja en potestad..." (Dz. 704).

Sagradas Escrituras: En el Antiguo Testamento es velada la alusión al misterio Trinitario (Gen. 1, 26). Dios dice "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra…"Con quien habla? Sin duda que con el Hijo, luego en  (Gen 1,2) Dice  “el espíritu de Dios revoloteaba sobre la faz de la tierra” De modo que ya tenemos en mismo inicio de la creación el misterio trinitario.

Nuevo Testamento:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el Hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios." (Lc. 1,35). Cuando Jesús se bautizaba “Vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre el Hijo, mientras una voz del cielo decía: Tu ere mi hijo amado, yo te he engendrado hoy." (Lc 3,22). Más tarde en la parte final, antes de su aserción Jesús reafirma el misterio Trinitario cuando dice a sus apóstoles: "Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo." (Mt. 28, 19).

Luego San pablo y los apóstoles harán y cumplirán estrictamente este mandato; así en simples saludos el Apostal de los gentiles dice: la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo este con todos Uds. (II Cor. 13,14).

La relación del Espíritu con Cristo, María y la Iglesia vertebra —podríamos decir—, la visión pneumatológica del magisterio. Estas tres perspectivas son inseparables en la doctrina y mutuamente se complementan. Y es que estas tres realidades, cada una a su modo, constituyen la máxima donación de
Dios a los hombres —la donación a Cristo, la donación a Santa María, la donación a la humanidad—, donación realizada en y a través del Espíritu.

Donación del Padre en el Espíritu a la Virgen María: El ángel Gabriel afirma de parte de Dios a la virgen María: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios” (Lc. 1,35).

Donación del Padre y re afirmación en el Espíritu por su Hijo: Mientras Jesús se bautizaba en el jordán  se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre el Hijo en forma de paloma y una voz del cielo decía: “Tu eres mi hijo amado, yo te he dado la vida hoy” (Lc.3,22). Luego Dice Jesús a sus apóstoles: Vayan y hagan que todos los pueblos seas mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28,19-20).

 Donación del Padre y el Hijo por el espíritu santo a los bautizados: San Pablo predica: “Cristo nos salvó por medio del Bautismo que significa que hemos nacido de nuevo, y por medio del Espíritu Santo que nos ha dado nueva vida. Por medio de nuestro Salvador Jesucristo, Dios Padre nos ha dado el Espíritu Santo en abundancia» (Tit. 3, 5-6). Por tanto no puede haber fracción en la Iglesia a la que pertenecemos por el bautismo ya que: “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como Dios les ha llamado a una sola esperanza. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef. 4, 4-6). Esta Iglesia terrenal se encamina a la Iglesia celestial, así Jesús nos prometió: Me voy pero volveré, cuando les prepare un sitio en la casa de mi Padre, volveré y les llevare conmigo para que donde estoy yo estén también Uds. (Jn 14,1-3) En esta “Casa celestial nada con manchas entrará sino los que lograron escribir su nombre en el libro de la vida del cordero”. (Ap 21,27)

Finalmente Dijo Jesús: “En adelante el Espíritu paráclito, El Interprete que mi padre les enviara en mi nombre le enseñara, les recordará todo lo que le he dicho y así les guiara a la verdad plena”. (Jn 14,26) Aún tengo que decirles muchas cosas, pero por ahora les es mucho, más tarde el espíritu de la verdad les llevara a la verdad plena (Jn 16,12). Y cuando en Pentecostés la iglesia recibió los dones del espíritu Santo toma la posta de la iglesia con la asistencia del espíritu santo que es el Magisterio toma para cumplir con la misión encomendada de  guiar a la Iglesia. San Pablo exhorta a ello y dice: “Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en la caridad de Cristo Jesús. Conserva el buen depósito de La fe mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros” (IITm. 1,13-14).

"El depósito sagrado" (1 Tm 6,20; 2 Tm 1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura fue confiado por los apóstoles al conjunto de la Iglesia. "Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y la oración, y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida" (DV 10).

El Magisterio de la Iglesia cumple con lo establecido: “Sépanlo bien: ninguna profecía de la Sagrada Escritura puede ser  interpretarse por cuenta propia; porque ninguna profecía ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (IIPe. 1,20-21). "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.

"El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10).  Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El que a Uds. escucha a mí me escucha" (Lc 10,16; LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas.

Los dogmas de la fe: El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario. Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (Jn 8,31-32).

90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (Cc. Vaticano I: DS 3016; LG 25). "Existe un orden o jerarquía de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11).

El sentido sobrenatural de la fe: Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (cf. 1 Jn 2,20.27) y los conduce a la verdad completa (cf. Jn 16,13). "La totalidad de los fieles ... no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando ´desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos´ muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral" (LG 12). "El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio...se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente en la vida" (LG 12).

El crecimiento en la inteligencia de la fe:Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia tanto de las realidades como de las palabras del depósito de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia:

– "Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón" (DV 8); es en particular la investigación teológica quien debe " profundizar en el conocimiento de la verdad revelada" (GS 62,7; cfr. 44,2; DV 23; 24; UR 4).

– Cuando los fieles "comprenden internamente los misterios que viven" (DV 8); "Divina eloquia cum legente crescunt" (S.Gregorio Magno, Homilía sobre Ez 1,7,8: PL 76, 843 D).

– "Cuando las proclaman los obispos, sucesores de los apóstoles en el carisma de la verdad" (DV 8).

"La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (DV 10,3).

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